La Sala Gaspar fue en los años 50, 60 y 70 el faro de las galerías situadas en la calle Consell de Cent en el reducido tramo entre dos manzanas, zona que reunía y representaba la vanguardia de las exposiciones en Barcelona. «La Gaspar» mostró la obra de Picasso, Dalí, Miró, Braque, Chagall, Clavé, Calder, Tàpies, Chillida, etc., lo más nutrido del mejor arte contemporáneo mundial y español.
Todo en esta galería era exquisito, incluidos los catálogos de cada exposición. Junto con estos grandes artistas consagrados, introdujo a muchos de los valores emergentes, y a menudo presentaba a varios artistas de primera fila en una misma muestra y un hilo conductor que lo justificaba, como da testimonio este catálogo del año 1963. Unos galeristas refinados, visionarios y con un ojo crítico y didáctico extraordinarios.
«0 figura» era el nombre del grupo que aglutinaba artistas informalistas como los de esta exposición, la número siete que la Sala Gaspar organizó bajo los postulados de este grupo y con diferente leitmotiv para cada una.
No es casual el título de «Grafismes» de esta séptima exposición, no solo por la referencia al estilo que en líneas generales comparten los tres pintores, sino también por una querencia de la Sala Gaspar por la obra grabada y el grafismo; precisamente esta galería fue la que acogió en 1965 la exposición «4 Gráficos», de cuyo libro-catálogo «Caleidoscopio 4 Gráficos» este blog tiene una entrada aquí. Una exposición de gran repercusión en el mundo del diseño gráfico de aquellos años.
La obra de Joan Claret se caracteriza por una abstracción geométrica lírica, unas abstracciones iluminadas de gran densidad. El poeta y crítico de arte Juan-Eduardo Cirlot, da en la diana cuando las calificaba de estructuras complejas y delicadas, como el «festín de una araña», a la manera de un mandala o un velo de Penélope tejido palmo a palmo durante años, «mosaico de entrelazados laberínticos con el valor de la luz y la transparencia».
Joan Josep Tharrats fue uno de los fundadores de Dau al Set cuya revista editaba. La profesión de impresor marcó de manera indeleble su obra, tanto de grabador como de pintor, y de su labor en la industria de las artes gráficas aprovechó visualmente la merma y lo casual y fortuito que deparan las pruebas de imprenta antes del resultado final. Las «maculaduras» como recurso artístico son de su invención. Grafía, textura y color, para recrear imaginaciones cósmicas.
Joan Vilacasas es el menos conocido de los tres, en parte porque compartió su talento plástico con la escritura. Lo que más caracteriza su obra son las «planimetrías» una suerte de laberintos como si fueran visiones topográficas de ciudades, en realidad vistas aéreas de territorios de la ensoñación. En la retrospectiva que la Fundació Vila Casas le dedicó, resumía su obra como de «imágenes compuestas de líneas y configuraciones espaciales que hacen del gesto matérico y disgregado su rasgo más relevante».
El catálogo en edición limitada, que es la que mostramos aquí, combina imágenes de la obra de los tres con poemas también de lo más florido de la poesía catalana (Brossa, Espriu, Foix, Perucho, Vinyoli…), cuyos textos se incardinan con las imágenes gracias a las veladuras del papel vegetal que los transparenta para mezclarse con los grafismos impresos en unos papeles sensuales cuya textura y algún troquel dialogan con el fino tacto del papel vegetal como si fueran sutiles alas de insecto que abanican el paso de una página a otra. Tener entre las manos este catálogo de reducidas dimensiones (145 x 180 mm), es tener un precioso y delicado objeto cuya belleza y delicadeza impresionan.
Albert Culleré
Fotografías: Andreu Bernal/Tau Diseño
Catálogo procedente del archivo Pedro García-Ramos
1 comentario
Rafa Sañudo
26/08/2019
¿Que “qué opino”? Opino poco, pues soy un ignorante, un “igrafiado” (iletrado gráfico), que por eso leo el blog del Emilio, pa enterarme… y que desconocía a estos maestros de los tempranos sesenta, antes de nacer yo.
Lo que me viene a la cabeza es la belleza del print. Ay que pena-penita-pena, lo que nos estamos perdiendo una vez inmersos y cautivos del marasmo digital. ¡¡Con lo bonito y delicado que es el papel!! (alas de insecto, sí)… La infinidad de posibilidades que ofrece, y al final, intervienen en su disfrute todos los sentidos, los seis.. jaja. En el pobretón mundillo online, el tacto desaparece, nos lo roban los robots, que son los únicos que pueden palpar píxeles.
Yo cuando muera, quiero que me encuadernen.