Las razones del porqué alguien elige una profesión son, a veces, difíciles de saber. También lo son en mi caso. ¿Por qué a finales de la década de los 60 siendo yo un teenager coleccionaba ejemplares de una revista con un diseño tan atractivo como la francesa “Salut les Copains” sin tener una razón aparente para ello? ¿Cuáles eran las claves para que me interesara un artista tan “gráfico” como Victor Vasarely? ¿Qué me llevó a pegar en el cristal de la ventana de casa de mis padres una pegatina que reproducía un cartel de Julián Santamaría? Como decía, no tengo una explicación clara de esa inclinación por el mundo de lo gráfico más allá de que mi familia materna estaba relacionada con el sector de las artes gráficas a través de una modesta imprenta de barrio que se ubicaba en la calle Duque de Sesto en Madrid.
Lo que sí recuerdo es el fuerte impacto que me produjo la exposición “Olivetti investigación y diseño” que tuvo lugar en el Palacio de Cristal del Retiro madrileño en 1970: una gran exposición con un sorprendente montaje expositivo original de Gae Aulenti y con la colaboración de Mario Bellini y Ettore Sottsass jr. entre otros. Ahora, con mirada retrospectiva, pienso que esa muestra debió tener algo que ver en mi decisión de elegir la profesión del Diseño como la actividad a la que quería dedicarme.
La imagen de la exposición —que también se pudo contemplar en el Pabellón italiano del recinto ferial del Parque de Montjuic en Barcelona— era una versión contemporánea del modulor que se empleó tanto en un cartel de cuidada factura en serigrafía como en la portada de un singular catálogo de formato marcadamente vertical cuyas medidas eran 16 x 31,5 centímetros diseñado por Franco Bassi y Giovanni Ferioli, con textos de Giovanni Giudici.
El catálogo estaba planteado como un contenedor de una colección de hojas individuales, dípticos o trípticos impresos sobre diferentes materiales como el papel mate convencional, el papel vegetal que permitía un interesante juego de transparencias, o un papel metalizado que posibilitaba un interesante juego de espejos.
Las imágenes que se recogían en la colección de dípticos mostraban la obra de arquitectos, diseñadores industriales, grafistas, pintores, escultores o cineastas a través de fotografías, dibujos arquitectónicos, reproducciones de frescos florentinos o la presentación de productos de Olivetti tan notables como la máquina de escribir Valentine de Ettore Sottsass y Perry King, y una sucesión de imágenes de trabajos de de Jean-Michel Folon, Milton Glaser, Louis Khan, Le Corbusier, Ben Shahn o Kenzo Tange entre otros.
El batiburrillo de imágenes que se recogen en los dípticos que forman este singular catálogo se entiende al leer el texto, sin firma, que justificaba su planteamiento y el contenido de la exposición al que acompañaba:
«Los materiales de la publicidad: el objeto, la forma de utilizarlo, los soportes indispensables para expresar el objeto mismo y su destino. Decir para qué se utilizan, por qué razones precisas se deben elegir.
En la construcción del mensaje publicitario moderno, es difícil concebir “un lenguaje de texto” en sí mismo; es difícil concebir “un lenguaje de imagen” en sí mismo: pero se trata de un lenguaje único y global cuyas expresiones vienen dadas por un conjunto de valores objetivos (en este caso, la máquina y los requisitos que debe cumplir) y de signos (signos tipográficos que dan lugar a palabras, gráficos puros o imágenes fotográficas).
Pero esto no es suficiente: el diseñador del mensaje debe tener en cuenta el medio de transmisión (que en este caso siguen siendo en gran medida los medios impresos: una cosa hecha de papel, tinta, contextos). Al ser consciente de estos hechos, el diseñador de mensajes publicitarios se encuentra en una posición similar a la del diseñador de productos: también para él, las razones estéticas de su creación coinciden con las razones prácticas a las que debe responder. Pero lo contrario también es cierto, no lo olvidemos».
7 comentarios
César Ávila
12/05/2021
Gracias Emilio
¡¡ Impresionante Olivetti !!
Valentín Iglesias
12/05/2021
Querido Emilio, el diseño de aquella época (el neo-modernismo) tenía una rotundidad que inevitablemente transmitía una claridad de ideas reducida a su esencia incuestionable como en su día proponía la Bauhaus. Para el espectador eso era un impacto profundo. Yo recuerdo igualmente, con apenas cuatro años, acompañar a mi padre a su despacho en la papelera Sarrió en Leitza (hoy propiedad de Torras) y ver aquel isotipo grabado en piedra con una letra S que recordaba a las prensas y rodillos donde se fabricaba el papel. Aquello me dejó una huella honda y probablemente sea uno de los motivos por los que posteriormente elegí este oficio. Aquello no era un simple dibujo — intuí—, contenía mucha más informacón y quedé enganchado desde entonces. Con la mirada actual, este tipo de diseño quizá está un tanto anclado a una época que ya no volverá, pero, desde luego, tiene mucha más fuerza y «verdad» que gran parte de los estilos posteriores y es que (y que esto no suene nostálgico) ¡cuánto daño ha hecho la posmodernidad! también al diseño.
Félix Maocho
12/05/2021
Una pena que la tecnología digital se llevara esta impresionante empresa especialista en mecanica de precisión.
Miles de empresas han desaparecido bajo en el rodillo de la digitalización. Los diseñadores gráficos también están tocados, o se pasan la diseño digital, o sus dias están contdos.
Javier García del Olmo
12/05/2021
Imposible de olvidar esa exposición de culto con aquella alfombra roja que te conducía hasta la entrada como si de un templo del diseño se tratara… y para mi lo fue. El cartel de Milton Glaser con el guiño del perro icónico de la casa discográfica poniéndole música sugerida a la Valentine…
Creo que fue el primer catálogo de exposiciones que compré, aunque en aquella época José María Gimeno (alias Yo, Gimeno) ya me había contagiado lo de comprar libros de diseño a plazos a Müller de la Librería Científica General. Ese catálogo y gran parte de mi biblioteca ya están en el museo Imprenta Municipal-Artes del Libro de Madrid.
Dimas García
12/05/2021
La expo, para mi, resultaba algo alucinatoria y un prolegómeno de los montajes audiovisuales que hoy dominan la «sociedad del espectáculo»… pero en esos años, aún no podíamos entender este hecho.
Sobre la Valentine que me ha acompañado desde entonces(un poco maltrecha), hasta que pasó al Museo de Artes Decorativas, no era comprendida utilitariamente por aquellos a los que les preste temporalmente la pieza. Tenía que explicar cómo se «abría», es decir, que lo más molón de la máquina no se entendía. Eso sí, su color rojo la convertía en oscuro objeto de deseo.
Hay, finalmente, que recordar que nueve meses después de la expo que se está comentando, se presentaría en los locales de Olivetti (Edificio España, calle José Antonio 86 de Madrid) la exposición 6 Graphic Designer Italianos, con un singular catálogo con «Instrucciones para el uso del catálogo…». Una pieza modesta pero con una «encuadernación» sorprendente. Se puede presentar en otra noticia de este blog, para aquellos que no lo conozcan.
Albert Culleré
16/05/2021
A todos no impresionó esta exposición. Recogía lo mejor y variado de la gráfica de aquellos años, un compendio de innovación visual. Olivetti tuvo la visión de saber equiparar su marca a la cultura, de la que sus productos y comunicación visual formaban parte. Una completa marca global, desde el diseño tipográfico de sus teclados hasta sus locales y edificios. La innovación, la idea de escritura portátil, y el atractivo del cuidadoso, bello y fiable diseño de cada modelo, dan pie a que se la compare con Apple, aunque me parece que la visión de marca de Olivetti era mucho más versátil y fresca, sin entrar ahora en consideraciones tecnológicas porque no son comparables, con todo lo extraordinario que la empresa de la manzana y su líder nos han aportado. Fue una lástima que Olivetti no supiera adaptarse a los nuevos tiempos como tampoco lo hizo Kodak. Pero es que se inauguraba otro mundo, otra tecnología que nada tenía que ver, otro paradigma que lo cambiaba casi todo.
Jose Maria Cortes
10/11/2022
Tus inicios guardan similitud con los míos. Esa inquietud por la imagen gráfica, por la tipografía, por la composición me llevó al dibujo y a la arquitectura.
Ya en casa se leía el “Salut les Cipains” y “Life”.
Y en la Escuela de Arquitectura en el 71 apareció en la asignatura de Análisis de Formas Arquitectónica eso del Collage y el primer encuentro con el. Hecho que con los años es una de mis herramientas de dibujo y abstracción