Luis Seoane fue un comprometido militante cultural. Su condición poliédrica le permitió destacar en la pintura, en el dibujo, en el diseño industrial y en el gráfico, como escenógrafo, como comunicador, como muralista, como poeta, como empresario, etc… Luis Seoane trabajó los valores de Galicia desde una óptica universal, siendo considerado como el intelectual gallego de actitud menos elitista y más hermanado con el sentir colectivo. De ahí la complejidad de abordar una figura con tantas aristas.

Si apuntamos a sus influencias en el campo del diseño, una curiosidad insaciable por la cultura germánica será lo que acabe por definir una personalidad diferente al resto de sus compañeros de generación. El Paul Klee que pasa por Goya, el rico imaginario de Max Bill y sus propuestas gráficas para Information en los primeros años treinta, las escenas de George Grosz, las formas y los espacios de Hans Richter o Raúl Lozza, son constantes que aparecerán en sus diferentes etapas. También nombres como Tomás Maldonado o Alvin Lustig son absolutamente imprescindibles para entender su evolución. O si pensamos en la mezcla de tintas que le es característica, es un recurso en el que también insisten Bradbury Thompson o Paul Rand, pero que tiene su origen indiscutible en las experiencias de Moholy-Nagy o el citado Max Bill. A estos nombres habría que sumar a El Lissitzky, a Malevich y su distribución sinfónica de los elementos del cuadro, a Willem Sandberg, las portadas de Herbert Matter para Arts & Architecture, Le Corbusier, Wassily Kandinsky, Herbert Bayer, o su amigo Attilio Rossi, con quien compartirá descubrimientos.

Es importante destacar estas influencias cruzadas, ya que el propio Seoane confesará que lo que más le sirvió para desarrollar su trabajo de pintor mural fueron las cubiertas realizadas para la editorial Botella al Mar. No es casualidad que el diseño de estos libros estaba pensado para funcionar con el libro abierto y cerrado, ocupándose de dar una continuidad entre la portada y la contraportada. En estos consigue llegar a una abstracción del gesto de pintar, como si quisiese dejar fluir la pintura a la manera de artistas coetáneos como Morris Louis. Un ejemplo es Después está el mar (1951) de Dora Merella. En otros la abstracción es más geométrica, como en el cartel Exposición del libro gallego contemporáneo en Buenos Aires (1958), así como en ejemplos de cartelería como las invitaciones o folletos La Argentina nella XX mostra internazionales d’arte cinematografica, que preparó para la muestra veneciana en 1959. O, por supuesto, los carteles publicitarios que realiza para Cinzano o Coñac Otard-Dupuy, verdaderas piezas maestras construidas con planos geométricos inestables en los que el color funciona a la perfección como nexo de unión y motivo de contraste en una estructura plena de movimiento, con unas líneas que son al tiempo volumen y estructura, como en esos mismos años trabajarán diseñadores como Saul Bass.

Pero si algo define el diseño editorial de Luis Seoane es su vocación popular. Lo advertimos en sus tapices de finales de los setenta y en algunas de las primeras piezas que realiza para el nuevo Sargadelos una década antes. Ya en los años cuarenta, los libros de la colección Mar Dulce (1944) para Editorial Nova, que están en línea de los conocidos diseños que Jan Tschichold realiza en 1949 para Penguin Scores con patrones de Barbara Lambourne, Seoane sustituye los fondos de las portadas por el ornamento de los reversos de los naipes de Heraclio Fournier, enfatizando su carácter popular. El mismo recurso lo encontramos en los diseños para Editorial Citania, en apariencia abstractos, pero en los que conseguimos advertir un juego que nos conduce a lo figurativo. En la portada del libro El Campo Gallego (1958) se intuyen las formas del campo gallego; en La Cuna Gallega de Cristóbal Colón (1961) podemos adivinar tres carabelas tras la deconstrucción abstracta y en El Conocimiento Geológico de Galicia (1958) es posible advertir el verde del campo sobrevolado por unos albatros blanquiazules, como la bandera gallega.

Luis Seoane agudiza lo que podríamos calificar como un proceso de abstracción pero que siempre remite a lo figurativo. Otro ejemplo son las invitaciones para la exposición del libro gallego contemporáneo del Centro Lucense de Buenos Aires de 1958: una serie de libros en una estantería que se presentan como si fuesen motivos geométricos abstractos. Todos estos ejemplos muestran a un Seoane preparado para destilar desde la abstracción conceptos intangibles de materias económicas, geológicas, jurídicas, etc, en línea con la fórmula que empleará George Giusti para diseñar la colección de ciencia de A Doubleday Anchor Original a partir de ilustraciones; a mayor abstracción, más capacidad de síntesis.

Semeja importante detenerse en su figura, porque todavía hoy no se ha sabido leer a Luis Seoane desde una perspectiva nacional por la dificultad de situarlo y contextualizarlo al no poderlo adscribir a ningún movimiento ni corriente concreta. Porque todas las acciones de Luis Seoane desde Argentina incitaban a reinventar Galicia, aunque para ello tenía que renunciar la carrera de ser moderno y abstracto, buscando la transmisión de valores del diseño, desde lo popular.

Por David Barro

Relación de imágenes por orden de aparición:
-Portadas para la Colección Mar Dulce. Editorial Nova, 1944. Col. Fundación Luis Seoane
-Portada de la revista Galicia Emigrante nº3, 1954
-Boceto de portada para Editorial Citania, 1958. Col. Fundación Luis Seoane
-Diseño del libro Después está el mar. Ediciones Botella al Mar, 1951. Col. Fundación DIDAC
-Portada del libro El conocimiento geológico de Galicia. Editorial Citania, 1958. Col. Fundación DIDAC
Cuadernos del Laboratorio de Formas de Galicia, n.1, 1970. Col. Fundación DIDAC
-Portada del libro Las tortugas del Orinoco. Editorial Citania, 1970. Col. Fundación DIDAC
-Carteles para Cinzano y Otard-Dupuy. Vista exposición de Luis Seoane en el MARCO de Vigo. Comisario: David Barro / Foto: Enrique Touriño