Anna Calvera lo explica muy bien en el texto “De grafista a diseñador gráfico” incluído en el libro-homenaje que su hijo Lluis preparó de forma admirable y exhaustiva sobre la trayectoria profesional de Antoni Morillas: “en el caso de los diseñadores gráficos el proceso seguido es claro. Cuando empiezan como aprendices, son dibujantes y artistas comerciales que trabajaban para las imprentas, donde se les considera uno de los servicios que las empresas de artes gráficas ofrecen a sus clientes (cuando les entregan los impresos encargados: tarjetas, papelerías de empresa, catálogos o calendarios, la pieza estelar del momento). Cuando se establecen por su cuenta ya son grafistas  diseñadores –es decir, profesionales con conocimientos sobre cómo comunicar y elaborar soportes materiales de esta comunicación– y hablan directamente con los anunciantes. Se habían convertido en clientes las imprentas”.

Y como parte importante de esta particular travesía para Antoni Morillas, estuvo el trabajo que realizó para la industria farmaceútica y los medicamentos más importantes de los años 60 en España. La “receta” para Morillas era que “cuestiones como la identidad de artista no le interesaba tanto como la experimentación gráfica y plástica por sí misma, que desarrollaba para enriquecer el proyecto de diseño”, como también afirma la historiadora Anna Calvera en este mismo texto. Planteamiento que se puede rastrear en esta colección de originales publicitarios para los laboratorios Uriach, Biohorm, Wander o Sandoz.