Tras la rotunda personalidad de la figura del Toro de Osborne, diseñada por Manolo Prieto en 1956, sobresale una producción de especial significación para el diseño gráfico en nuestro país: las portadas que –durante más de 15 años– realizó para la publicación semanal Novelas y Cuentos, entre 1940 y 1957. La editorial Dédalo publicó esta colección de obras de la literatura universal, en una edición de bajo coste y de gran acogida entre sus lectores.

Aunque la primera portada impresa de Manolo Prieto aparece en 1944, en enero de 1940 –gracias a las anotaciones extraídas de su libro de cuentas por Manolo Prieto hijo– aparece la primera anotación de encargo para esta editorial: Malasia, (portada) “Dédalo”. En enero de 1957, tras un desacuerdo con el director de la publicación –así lo refiere en su diario personal– deja este trabajo, aunque seguirán publicándose hasta 1959 algunas portadas que habían sido diseñadas con anterioridad.

Muchas son las características destacables de estos diseños de pequeño formato pero poderoso valor comunicativo. Señalemos, en primer lugar, las condiciones del encargo. Manolo Prieto lo explica así en su Autobiografía escrita en 1978, a sus 66 años:

Cuando me encargaron las portadas de la Revista Novelas y Cuentos, empecé a ilustrar como se ha hecho siempre: buscando la anécdota de un pasaje y haciéndolo por las buenas, pero era tan poco lo que me pagaban, que decidí abaratarlo, dibujando menos y pensando más (porque pensar podía hacerlo mientras paseaba por la calle), y convertí las portadas en carteles de sus propios argumentos.

La primera portada ilustrada que incorporamos en la galería de imágenes de este post es Miguel Strogoff, publicada el 21 de mayo de 1944. Poco después la concisión formal, unida al uso de tan solo dos o tres tintas (preferentemente complementarios) serán la contundente seña de identidad de las siguientes portadas.

La conceptualización, en segundo lugar, de la idea a partir de unos primeros bocetos –en muchos casos de un tamaño cercano a un sello–, paridos sobre la lectura en voz alta que Emilia, su mujer, le hacía mientras él trabajaba en otros encargos. En su Discurso de Ingreso en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, en 1987, Prieto expone la razón por la que sus bocetos son tan pequeñitos… el tamaño me impide hacer detalles. Solo lo elemental tiene lugar, lo necesario, no cabe lo prescindible.

Otro elemento reseñable es la construcción sintáctica y semántica de sus ilustraciones: el orden visual con composiciones en tenso equilibrio, a través de imágenes atrapadas en dos diagonales opuestas en Amor atormentado, publicada en 1948; las relaciones figura-fondo dibujadas en la portada Aventura de tres rusos y tres ingleses, de 1955, en el lecho del río; el racionalismo compositivo, véase la portada El romance de Rolando, de 1949; o los recursos plásticos arrebatados al lenguaje escrito como la “elipsis”, premonitorio en Muerte en la bahía, fechada en 1950.

Las reproducciones técnicas, por último, suponen un handicap que Prieto transforma en mérito, explorando las facultades de la impresión litográfica, creando manchas y sombras texturizadas a través de recursos peculiares como el lápiz litográfico sobre papel lienzo. De los escasos originales que se conservan, Ha entrado un ladrón muestra la arquitectura del dibujo acompañado de un boceto en la parte superior derecha con las indicaciones de color para el impresor.

Es difícil encontrar una producción tan constante y de semejante envergadura, con más de 600 portadas ilustradas. En una entrevista para el rotativo El Adelantado de Salamanca, en agosto de 1950 Manolo Prieto afirmaba que su mejor obra era la producción de las ilustraciones para Novelas y Cuentos. Gracias a la Fundación Manolo Prieto (www.fundacionmanoloprieto.org) esta amplísima producción, de nuevo, permite situar a Manolo Prieto como uno de los diseñadores más relevantes del siglo XX.

Por Juan Aguilar