“Garbayo, el grafismo valiente” es el título de un libro-homenaje que los hijos de Fermín Garbayo han elaborado con mimo y acierto recogiendo la estupenda trayectoria de uno de los grandes nombres del grafismo español, volumen del que están entresacadas las imágenes que se recogen en este post.
Como afirmaba Pepe Cruz Novillo en el obituario escrito en el diario “El País” en 1992: “Fermín ha sido uno de los cartelistas de más talento de nuestra generación, un ilustrador de estilo poderoso, un creativo publicitario excelente, y aunque oculto por su humilde y poco agresivo talante, un pintor cuya obra, casi desconocida, bien se merece una urgente revisión. Maestro de diseñadores, creó uno de los estudios por el que han pasado y recibido su influencia gran cantidad de jóvenes colegas”.
La serie de carteles que Garbayo realizó en la década de los 60 del pasado siglo para la Gran Corrida de la Beneficencia son un recorrido por los temas clásicos del género pero tratados de una forma personal, con unos recursos gráficos que elevaban de categoría el resultado hasta convertirlos en piezas artísticas. Toro, torero, cuadrilla, redondel, capote, suertes… modernizados, estilizados, llevados al terreno expresionista en algunas ocasiones o al grafismo lineal de corte contemporáneo en otras. Como afirma Raquel Pelta en uno de los textos del libro sobre Garbayo: “dominaba la técnica pero, además, tenía la soltura y la fuerza que, según las convenciones al uso, debía tener un cartel de toros”.
Toros y toreros que se convierten en “criaturas de papel” como le gustaba llamar a los personajes de sus carteles.
6 comentarios
Javier García del Olmo
07/01/2014
A principios de los años ochenta del siglo XX, Roy Nice, entonces director de Letraset España, me propuso como jurado de un premio de Letragráfica. Entre los cinco miembros que conformábamos esa terna hice amistad con dos grandes profesionales, con Ricardo Rousselot, con el que todavía hoy me relaciono epistolarmente, dado que frecuento poco su tan querida Barcelona, y Fermín Garbayo, del que guardo un recuerdo tan entrañable como decía Cruz Novillo en la cita que entrecomilláis.
Aprovecho este modesto espacio para resaltar el carácter tan deportivo de Fermín y su bonhomía. Tal era su soltura y maestría que la seguridad con la que trabajaba no le hacía asco a ningún soporte ni material, así llegó hasta hacer noble el titanlux, pintura asociada por entonces con la “brochagorda”. Inefable, magnífico y, además, buena persona (ese bien escaso hoy día). Si, conviene una revisión de su obra, una antológica. En este blog se puede apreciar algo (poco) en las entradas que di en los tres números de la revista PRAG.
Nacho Alcázar
08/01/2014
!Buenísimo!!Menuda fortaleza!
Jam
10/01/2014
Me encantan.
Albert Culleré
26/01/2014
Emilio y Javier García del Olmo dicen en pocas palabras todo lo esencial sobe su obra. No conocí personalmente a Garbayo, y me alegra saber que tuviera ese temperamento tan afable, cosa que su severo rostro desmentía en las fotos. Sin duda fue su fortaleza de carácter el que lo cinceló.
Su estilo, aplicado a los carteles taurinos, es lo más cercano que se puede hallar a una conseguida unidad entre fondo y forma, entre el motivo a comunicar y el modo de hacerlo. Estos carteles no sólo tienen la bravura y belleza plástica del toro y el toreo, sino que rompieron (y siguen) con una manera gráfica de hacer -codificada y anquilosada por la tradición- de los carteles periódicos de las corridas. Esta celebración anual le dio la oportunidad de presentar la Fiesta con ojos enormemente potentes, expresivos y poéticos, cercanos a su simbolismo ancestral, y dando a la figura del toro, en muchos de ellos, todo el protagonismo como homenaje a su nobleza y razón de ser de la lidia.
La cara B de los pioneros gráficos - Yorokobu
27/01/2014
[…] De una serie de carteles de Fermín Garbayo realizados para la Gran Corrida de la Beneficiencia, Gil destaca la valentía de unos recursos gráficos que se convirtieron en piezas de arte. “Toros y […]
Manuel Martínez
30/04/2017
Cuando era un chaval, tuve el privilegio de acudir a su estudio durante unos meses para aprender algo del oficio. No sé si fui capaz de aprovechar sus consejos como me hubiera gustado, pero desde luego afianzó mi vocación por el diseño. Su visión de lo que debe ser un mensaje gráfico sigue tan vigente como entonces. No hay más que ver su obra. Por desgracia, su legado e influencia es más reconocido fuera de España que aquí.