«Cuando en 1947 mi padre fundó Filograf. Instituto de Arte Gráfico hizo realidad un sueño que siempre había ambicionado: disponer en un mismo lugar de un estudio de diseño y de un taller de artes gráficas. Su larga experiencia como jefe de estudio en las Industrias Gráficas Seix y Barral de Barcelona le había demostrado que esta proximidad era imprescindible para poder controlar y así garantizar la calidad de los trabajos realizados.

Consciente de la importancia de la imagen de su taller-estudio, la cuidó con especial esmero, por lo que igual que hacía con los logos diseñados para sus clientes y amigos, era pensada y repensada, de manera que cada cinco o diez años le realizaba pequeñas mutaciones que le daban nueva vida. De esta manera en los primeros años de Filograf (los últimos cuarenta), su logo, con la famosa efe florida y la tipografía normanda que usó para las otras letras, apareció primero cargado de orlas y viñetas de tenues colores y más tarde sin ellas, en un proceso de desnudez que se impuso con el paso de los años.

En la década de los cincuenta se inclinó por lo que denominaría “logos caligráficos”. Su dominio de la caligrafía y la pericia que había adquirido como rotulista junto a su padre, grabador litógrafo, le permitieron jugar con infinitas variantes del logo Filograf. La efe mayúscula con terminales rizadas era constante, si bien se podía descomponer en distintas partes a las que otorgaba un color distinto.

A partir de los cincuenta completó en ocasiones el logo de Filograf con una viñeta formada con las iniciales de su nombre (Ricard Giralt Miracle), de cuya aplicación vertical tenemos muchas variantes.

Sorprende que en 1953 empleara en el logo de Filograf la fantasiosa efe recopilada por R. Stirling en su libro Bellezas de la caligrafía (1844) que había incluido en la plaqueta editada en invierno de aquel año para felicitar las navidades (ver también el post anterior “Las plaquetas de Ricard Giralt Miracle”).

La entrada en los años sesenta supuso un cambio radical en las preferencias de las tipografías, ya que por lo general eran las de palo seco las que dominan sus trabajos de entonces. La futura y la venus en sus distintas variables tomaron especial protagonismo, si bien, el que se acabaría imponiendo fue su alfabeto Gaudí.

Son pues distintas propuestas, y sus variantes, interesantes por sí mismas, aunque para mí lo más relevante es que cada una de ellas es resultado de un apasionado estudio de las infinitas posibilidades que permite una sola palabra, en este caso Filograf, porque como afirmó el pintor Fernando Zóbel el “amor por la letra” de Ricard Giralt Miracle era grande, como él mismo se encargó de poner de manifiesto al elegir el nombre de su estudio-taller, Filograf palabra de etimología griega (filo-graphos), a la que siempre fue fiel.»

Por Daniel Giralt-Miracle