El color como dice Paul Rand es a la vez objetivo y subjetivo. Si hay algún color en el que esta opinión se cumple especialmente es el negro: la suma de todos los colores. Existen tabúes y lugares comunes con respecto a este color. El negro puede asociarse con aspectos siniestros, lúgubres, necrológicos o, por el contrario, utilizarse para transmitir la idea de lujo y refinamiento: la etiqueta negra como expresión de la máxima calidad en un producto. El negro es la noche frente al blanco que es el día. El negro son las sombras en oposición al blanco que es la luz. La utilización de un color implica un conocimiento sobre las connotaciones e interpretaciones que sociológicamente se asocian a esa propuesta y el control sobre esos aspectos es algo que el diseñador debe manejar.

Wim Crouwel confesaba que cuando no sabía que hacer utilizaba el azul y Seymour Chwast, de forma un tanto humorística, manifiesta que es capaz de utilizar cualquier color excepto el “chartreuse”. A veces la utilización de un color puede tener causas tan poco fundamentadas como las que se entrevén en las dos opiniones anteriores. En otros casos la elección de un determinado color responde, desgraciadamente, a razones de moda como es el caso de la imposición casi “tiránica” que se observa en los últimos años de las logomarcas monocromas en negro. Una de los ensayos primeros e imprescindibles cuando se diseña una nueva marca es la comprobación de su comportamiento al pasarse a una versión monocroma que, en definitiva, es su traducción al negro, lo que no tiene nada que ver con la consideración de que una marca es “cool” o moderna simplemente porque prescinde del resto de colores adaptándose a lo que hoy es moda y mañana será “antiguo”. Tal vez sobre esto tenga también mucha influencia la creciente popularidad de la fotografía en blanco y negro.

La potencia del negro como un color más es tal que, en ocasiones, sirve para aportar identidad en un proyecto, como es el caso de las colecciones de libros que John McConell diseñara en 1978, justo antes de su incorporación como socio en Pentagram, para la editorial británica Penguin o la de libros de poesía diseñada por Alberto Corazón para la española Visor.

La agencia británica creó aquella línea gráfica de cubiertas con la intención de enfatizar que se trataba de una serie de libros de temas académicos y no con la intención de solucionar portadas individuales. El negro como fondo fue un magnífico recurso para conseguir esa unidad. La potencia del negro es tal que ha llevado al artista Anish Kapoor a comprar en exclusiva –aunque solo con fines artísticos– los derechos de Vantablack, un pigmento que absorbe el 99,96 por ciento de la luz dando como resultado una pintura tan negra que casi no puede verse.

Emilio Gil

(Extracto de un capítulo del libro “Capas en el tiempo”, Experimenta Editorial, en preparación)